La inseguridad en Acapulco va en aumento y nadie puede decir lo contrario. Maquillar cifras sería un despropósito tan grande y obvio como decir que no existió el FOBAPROA. Pero no dude usted, querido lector, que el gobierno federal saldrá con alguna trastada queriendo tapar el socavón con un dedo.
Pero esta oquedad nada subterránea ni es nueva ni sorprende, pero sí es de temerse. Imagínese usted que visita el famoso puerto y, sin deberla ni temerla, termina muerto, acribillado y esparcido a partes en el suelo de Acapulco y todo por querer visitar sus playas…
Insisto, no sorprende, pero sí duele ver la joya de la corona guerrerense desgastarse, perderse y hundirse; le duele a los guerrerenses y a nadie más.
Y recordando un pasaje del profeta Ezequiel, donde deja entrever la connotación de la razón que llevó a Sodoma y Gomorra a su destrucción, lo dejo en este espacio para su reflexión: «He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no tendió la mano al afligido y al mendigo. Y se llenaron de soberbia y abominaron de mi ley.»
Acapulco vive en la soberbia no de sus habitantes, pero sí de sus gobernantes, que ya de paso pecan de ignorantes y no se sacian con un poco de pan, ni con el dinero de los impuestos que salen de los acapulqueños.
Y qué decir de los ociosos delincuentes que abominan las leyes, pero no su avaricia… Por ello deben recordar las sabias palabras Nezahualcóyotl hechas poema, porque Acapulco se rompe como el oro, se quiebra como el jade y se desgarra como pluma de quetzal…
Al menos así me lo parece.
