David Martínez Téllez
Analista político, comunicólogo y académico UAGro
Que el 85 por ciento de las llamadas al número telefónico de emergencias conocido popularmente como 911 sean una broma debería llamarnos la atención ciudadana y por eso mismo debería ser clasificado como delito.
El 911 es un organismo que atiende todas las llamadas para solucionar cualquier trance, de diversa índole.
Desde atender a un pequeño gato o perro en situación de peligro, pasando por un incendio o considerar un altercado y hasta una tragedia.
El 911 está atento a cualquier hora para ayudar a quien solicita su apoyo.
911 intenta apaciguar el peligro. Atenuarlo.
Pero si la gran mayoría de llamadas tienen su origen en falsedades o bromas (como lo califican quienes laboran en esa institución), deberían ser castigadas o amonestadas.
Para que eso suceda tendría que legislarse ese comportamiento “de relajo” al llamar al 911.
Cuando el personal atiende una llamada bajo el argumento de falsa o broma, se moviliza personal y se gastan recursos económicos, lo cual se podría considerar como desvío de recursos públicos (hoy tan escasos).
El desvío de recursos está tipificado como delito federal y se persigue de oficio –si es que no han cambiado todavía las leyes en este rubro–.
Recientemente, un diputado de Morena propuso como iniciativa de ley que la rapiña fuera considerada como delito. En este mismo nivel y con mayor razón tendría que considerarse como transgresión ese tipo de llamadas calificadas como falsas o de broma al 911.
Si bien es cierto que las llamadas al 911 son anónimas, esto no quiere decir que no se puedan registrar y luego identificar. El anonimato lo establece la autoridad porque evita dar a conocer quién hizo la denuncia. Pero la policía cibernética bien que podría ubicar a ese anónimo con llamadas de relajo.
