Analista político, comunicólogo y académico UAGro
Un corrido es la historia de un personaje popular; ya sea por actos heroícos o por malandrín. Por lo general hacen el bien para su territorio.
Quien vocifera esa historia se le conoce como juglar; quien construye la letra y le ofrece sonido musical se le dice cancionero.
Un muy conocido cancionero es José Alfredo Jiménez, por ejemplo. O tal vez sea un viejo entre las actuales generaciones.
La enorme diferencia entre los corridistas de historias que le han llamado tumbados a los otrora contadores de corridos es la voz. Aquellos sí cantaban. Los modernos como Natanael Cano y Peso Pluma, no. Es más, ni se les entiende. Logra comunicarse hasta que exponen sus letras en los karaokes.
Las nuevas generaciones, al parecer, no han escuchado música clásica o por lo menos tríos de la década de los 60. Los sonidos de la sinfónica. Frente a los ruidos de las voces de interpretes de corridos tumbados.
La radio y la televisión, medios masivos de comunicación, cuidaron en demasía los sonidos musicales. Hasta que llegó el celular y con este aparato la distorsión vocal de muchos que se dicen cantantes.Por supuesto que hay que rescatar los sonidos musicales de los corridos tumbados. Muy buenos sones. Pero las voces, son terribles.
En la vieja escuela del corrido había una historia con origen, desarrollo y final. Además existe poesía. En las actuales anécdotas se forzan las palabras para una rima e invariablemente se hace apología a la violencia o al consumo de drogas.
Un tema es contar un suceso y otro incitar a consumir estupefacientes.
El antecedente musical a este nivel de tóxicos es la música de banda. Irremediablemente sus vídeos nos presentan botellas de alcohol. También mujeres guapas. Pero, eso sí, excelentes sonidos vocales. En este tema nada que ver con los corridos tumbados.
Como ya estamos, dicen, en una sociedad bien informada; a cada quien le corresponde escuchar lo que le plazca. Sin embargo, como gobierno tendría que evitar la difusión masiva de contenidos inapropiados, porque inducen a dañar el organismo y por ende el cerebro.
