Por Roberto Santos
Las encuestas suelen definirse como “la fotografía del momento político”. Sin embargo, en Guerrero esta imagen con frecuencia resulta distorsionada: más que instrumentos de medición objetiva, muchas encuestas se han convertido en herramientas de propaganda, diseñadas para proyectar fortaleza donde apenas hay estructura o respaldo ciudadano.
En un entorno político donde todo parece simulación, no sorprende que algunos aspirantes opten por financiar sus propias mediciones, difundiendo después los resultados como si se tratara de verdades irrefutables.
El propósito es claro: si no existe apoyo popular, al menos una gráfica puede simularlo.
Claro que en la percepción social ya se sabe quien si y quien no, cuentan con bases de apoyo.
En el caso de Guerrero, los movimientos dentro de Morena reflejan esta dinámica. Félix Salgado Macedonio mantiene una presencia constante en el debate público, pese a afirmar que “no busca nada”. Su actuación sugiere más una estrategia de posicionamiento que “un verdadero no quiero.”
Además, tiene en contra la Ley Antinepotismo de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Bety Mojica, por su parte, conserva presencia mediática, aunque su discurso no logra consolidarse entre la base morenista. En contraste, Jacinto González Verona enfrenta una evidente desconexión con la ciudadanía: su imagen se asocia más a privilegios y exceso de recursos que a cercanía o austeridad, atributos esenciales en el discurso de la Cuarta Transformación.
El caso de Abelina López Rodríguez, presidenta municipal de Acapulco, resulta curioso. A pesar del creciente descontento ciudadano por la falta de resultados en el puerto, algunas encuestas la muestran como si tuviera altos niveles de aprobación.
Parece que en su caso aplica el dicho de que “quien paga manda.”
Del lado opositor, el PRI continúa atrapado en su propios usos y costumbres. Manuel Añorve Baños insiste en mantener presencia, aunque su partido parece encaminado hacia una extinción política inevitable.
En el PRD, Evodio Velázquez Aguirre emerge como la opción más visible, mientras que el PT, partido que creara Raúl Salinas de Gortari, se vive un fuerte sainete: el dirigente estatal Victoriano Wences compite consigo mismo por la candidatura, y aun así parece que la tiene difícil.
En el entorno morenista, se anticipa la incorporación de nuevos nombres a las mediciones demoscópicas: Mario Moreno, que reaparece con nuevas alianzas en el estado y a nivel nacional; Estela Damián, quien ha crecido a pesar de los ataques políticos; e incluso Javier Saldaña, cuya eventual inclusión podría generar fricciones internas con el equipo de Jacinto González, cuya postura parece más de propietario de su partido que dirigente.
No se descarta tampoco que Sofío Ramírez sea considerado, más como un gesto de cortesía y para que frene su berrinche, que como una posibilidad real de competencia.
En síntesis, las encuestas en Guerrero no siempre reflejan la realidad política, pero sí revelan algo importante: el grado de autoengaño que domina entre los aspirantes y sus equipos.
Sin embargo, para estimular el optimismo, la verdadera medición —la que definirá candidaturas y futuro político— aún está por llegar.

