¿Cómo está, querido lector? Yo estoy, que ya es ganancia. En esta ocasión, quiero hacer una reflexión sobre la información que recientemente la Asociación Cultural y Social “ALEJANDRO ARCOS CATALÁN, A.C.” dio a conocer.
Resulta que lograron, gracias a su esfuerzo y la donación de los chilpancingueños, llegar a la meta de recolección de metales, de nada más y nada menos que ¡dos toneladas! de trabajo y paciencia de una herida que a lo largo de poco más de seis meses se siente fresca.
El camino todavía es largo. Falta definir el escultor (o tal vez ya lo tienen, no se sabe), así como el precio total del monumento y quién lo pagará, pero lo más interesante (desde mi punto de vista) es: ¿Dónde lograrán colocar el monumento?
De esa decisión depende todo.
Porque les guste o no a los políticos, como bien lo dijo Emily Dickinson, en poemas a la muerte: “La muerte da significado a las cosas” y su pluma estaba llena de razón.
Se los dije en anteriores columnas: quienes vengan, sean del partido que sean, no la tendrán fácil porque serán siempre la sombra de un hombre resguardado por el manto de lo que no pudo ser.
Arcos no falló ni acertó en sus planes de gobernar Chilpancingo porque no tuvo tiempo de ser ni lo uno ni lo otro. La gente guarda entonces (en su memoria) los planes y las promesas hechas de un hombre asesinado de la manera más cruel posible.
Sea cual sea el mensaje que se quería dar al exponerle así tras su muerte, (usted sabe a lo que me refiero) la gente entendió solamente una cosa: le tenían miedo a quien quería hacer el cambio. Fue entonces cuando nació para Chilpancingo un mártir a quien honrar y llorar.
Y eso pesa en política.
Recordemos a Colosio. ¿Durante cuánto tiempo el ahora vil partido del PRI no comió de su propia tragedia? Años y años lucraron incluso con los discursos de un hombre que tenía un sueño…
Y los políticos no querrán ver ese monumento, aunque de sus lascivas bocas salgan palabras de cortesía ensayada; no les crea. Porque son tan falsas como el 32 de enero.
Nadie de la especie politicus corruptus querrá ver el monumento de lo que no lograrán ser jamás: amados y respetados no por un cargo, sino por lo que son como personas. Ninguno de ellos será un mito, un hecho que pasó a la historia del estado y que no podrá borrarse jamás.
Lo único que puede hacer esa especie que no se extingue ni con insecticida es verse en su espejo mágico que les cuenta la historia que quieren escuchar: que son importantes, que tienen poder y dinero, que la gente los quiere…
Y sí los quieren, pero en campañas cuando sueltan dinero y de ahí en más son como todos: mosquitos, ratas y cucarachas transmisoras del politicus corruptus, esa terrible enfermedad que tiene a Chilpancingo hundiéndose en peligro y sangre…
Al menos así me lo parece.
