Zona Cero
Roberto Santos
En un giro político que comienza a definir su sexenio, la presidenta Claudia Sheinbaum ha colocado la seguridad pública en el epicentro de su narrativa de gobierno.
Su mensaje deja claro que no será un sexenio de continuidad con el de Andrés Manuel López Obrador, -cuya política de seguridad la basó en dar abrazos a los ciudadanos transgresores y de acusarlos con su abuelita- sino uno que busca resultados tangibles.
La verdad no se sabe que hubiera pasado si el presidente de EU, Donald Trump, no hubiera ganado la elección. Quizá nada hubiera cambiado en el actual sexenio y seguiría la misma política de dejar hacer, dejar pasar.
Solo que Trump declaró como t3rrorist@s a los c4rtel3s y con ello, el escenario cambió. Adiós abrazos y adiós abuelitas.
Este día miércoles, Omar García Harfuch compareció ante el Senado, con lo que confirmó ese cambio en materia de seguridad.
El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana presentó cifras que, de sostenerse, podrían marcar un punto de inflexión en el combate al crimen organizado.
Guerrero, uno de los estados históricamente más golpeados por la violencia, registró una reducción del 54% en los homicidios dolosos durante el último año, según informó Harfuch.
No se trata de un dato menor: la entidad fue durante décadas sinónimo de v!0lencia, y hoy empieza a ser presentada como ejemplo de avance.
A nivel nacional, los números también acompañan la narrativa: una disminución del 46% en homicidios respecto a 2018, el nivel más bajo de la última década.
Sin romper con su antecesor, Sheinbaum impulsa una estrategia de contención y captura, con un discurso de legalidad.
Y para hacer realidad su propuesta cuenta con Harfuch, quien se ha convertido en la figura clave.
Su perfil técnico, su experiencia en inteligencia policial y su manejo político dentro del gabinete lo colocan como el rostro visible del “nuevo enfoque”.
A diferencia de la Guardia Nacional —pieza central del modelo anterior—, el sello actual parece ser la coordinación y la operación directa en territorio.
La caída de los homicidios en Guerrero no puede entenderse sin la colaboración entre federación y el gobierna de Evelyn Salgado Pineda.
Los resultados muestran un signo de la capacidad del gobierno federal y el estatal para reconstruir gobernabilidad en regiones fracturadas por años de violencia y ausencia del Estado. Y Acapulco es uno de los objetivos.
Pero no todo es celebrar, porque los recientes hechos en el puerto —agentes heridos y ataques a empresarios— muestran que la vi0lenc!a no va a desaparecer.
Y ahí radica el desafío: convertir los operativos en una política de Estado sostenible, más allá de los ciclos de éxito mediático o de los cambios en la cúpula de seguridad.
En el terreno político, Sheinbaum está jugando una partida doble. Por un lado, consolida su propia identidad como mandataria, marcando una línea de independencia respecto a López Obrador sin provocar una ruptura.
Por otro, fortalece a un posible sucesor o figura de peso en su gabinete: García Harfuch.
En la práctica, los resultados en seguridad no solo apuntalan la credibilidad del gobierno, sino que dibujan un nuevo mapa de poder interno y hasta al sucesor.
El desafío, en adelante, será mantener la tendencia a la baja en los indicadores y convertir los resultados de Guerrero en un modelo replicable para otras regiones del país.
Está claro que las cifras pueden caer, pero también sabemos que si la violencia no cambia estructuralmente, esta puede resurgir.

